martes, 30 de noviembre de 2010

nubeluz

Un barco grande se aproxima al sol y desde proa va desprendiéndose un perro lanoso sentado en un almohadón. Va girando como un trompo y a la tercer vuelta el perro es ya un hombre de abundante cabellera que le extiende la mano, supongo, al viento.
A lo lejos se ven revolotear escarapelas, posándose casi-casi como mariposas en las copas de los árboles, que no son mas que árboles. Verdes y frondosos árboles.
El viento abrazó a aquel hombre y del abrazo salen ángeles. Siguen camino al sol. Se toman de la mano y hacen un enorme círculo alado.
El tiempo avanza. Supongo que es el tiempo.
Hay ahora en el cielo un corazón flechado y las escarapelas ahora son olas estáticas en un mar suspendido en alto, junto al horizonte. Un patín se desliza y confronta con un libro abierto. Hay letras suspendidas en el aire. Olor a tierra mojada largan. Un rey conversa con una corbata.
Hay un gallo, un bonete y más abajo barriletes, que no son más que barriletes. Coloridos barriletes.
Un racimo uvas se dobla y forma la pantalla de un velador. Hay un casco de soldado y una cuna se mece lentamente. Y por de tras pasa un avión, que no es más que un avión, veloz y tardíamente ruidoso avión.
Un montón de pochoclos se encimaron y se formó pausadamente una pieza de ajedrez, o dos; una torre comiéndose a un peón. Más allá, alguien está sentado en un banco de plaza con la cabeza para abajo, y las olas estáticas de ese mar suspendido que antes fueran escarapelas voladoras ahora es un mantel tendido sin mesa y de las puntas se ven antenas, que no son más que antenas. Duras y metálicas antenas.
Y edificios renegridamente grises y ventanas cerradas y ropas tendidas en valconcitos de alquitrán. Y cortinas que pretenden ser blancas y focos que miran a las calles que no se ven. Y carteles y autopistas y poco espacio y muchas sombras.

Yo quiero vivir la vida del cielo y jugar a ser metáfora en el poder que tienen las nubes. Ser así de liviano y reconstruirme mil veces en lo que me pida el viento y que el mismo viento me lleve a donde sea.
Yo quiero que me atraviesen los rayos del sol mientras soy corona de novia y que sea el sol quien destiña mi pureza en un naranja-alegre-rosa-amor para ver si todo eso de abajo se conmueve en un ocaso.
Yo quiero ser distinto todos los días.

Y mientras me regreso a la realidad, en la velocidad de estrella fugaz diurna, un haz de luz intenso impacta en mis ojos. Quedo detenido. Iluminado. Y lentamente me voy modificando. Y me duermo, observando mi cuerpo mutándose en orquídea.

lunes, 27 de septiembre de 2010

superamigos.maleza en flor

Algo me pasó desde que le pedí un autógrafo a la hiedra venenosa, es como que el odio me brota incontrolablemente, y la maleza que tengo en el fondo no para de florecer.






No soy yo el banquete de bienvenida
ni me estimula lo ajeno, ni el vecino.
No soy yo a quien nombra tu sangre hervida,
ni el que dibuja tus sonrisas perfumadas al final del día.

Yo soy una de esas ratas gordas que te come la cabeza
esperando que me mates con venenos rosablancuzcos
o con un buen polvo.

Soy la puta y renga pretendida por el noble pervertido
y gusto, si, de placeres extravagantes con crema batida
y un cóctel de pastillas arcoiris.

Soy la baldosa floja que escupe agua sucia en tus pies
y quiero estar en todas tus esquinas
yo quiero esa mirada de tu pesar
y quiero ser, hoy, más que nunca, tu balanza.

Nunca estuve en tus margaritas deshojadas
Sólo me quede a ver el suicidio de pétalos cartecianos,
mariquita vanidosa que piensa que su espejo
es un botiquín de la cruz roja.

Los jacintos nunca volvieron a mostrarse
y por tu orgullo quedo seco el crisantemo.
Los narcisos se ahogaron en tu vaso chato
y por barato, enloquecieron los claveles

No soy yo ramo ni corona, ni el que juega al jardinero
en tus primaveras tardías.
Ni el que te hace ver, con ojos de serpiente acigarrada
todo lo que de desierto tenes.

No soy yo el azulejo ensangrentado ni el carnicero desalmado
pero a todos los silencios acecino, uno por uno, aturdido.
Y los silencios son buenos, como las flores que he cortado,
como los supiros que he podado a fines de otoño.

Tampoco rezo, sólo descanso el cuerpo.

estático y dinámico

Estático.

El otoño estacionado en la vereda
De un viejo barrio urbano.
Siesta temprana. Sol de domingo.
Hay un hombre detrás de la ventana.
Aislado.
El viento se demora en nubes perecederas.
Frío.
Quietud.
Dos ojos expectantes recorren la ruptura del silencio:
Una hoja cae.
Una hoja amarilla cae.
Una hoja seca cae.
Una hoja muerta cae.

Dinámico.
Verso, reverso.
Verso, reverso.
Verso, reverso.

Suelo.
Silencio.
Frío.
Quietud.


Hay un hombre detrás de la ventana.

martes, 7 de septiembre de 2010

lado

Y nuevamente el sol en las ventanas.

Apago el reloj
me quedo un rato más con vos.
Te miro soñando y te filtro primaveras húmedas
entonces te poseo entre sueños.

Y nuevamente el sol en las ventanas.

Apago el reloj
me quedo un rato más en vos.

Pero como que siempre me estoy yendo de tu lado.

malos hábitos

.
Es como ver recuerdos en colores saturados
Humillo. Humillo
hasta que me ven fumar

.
Puedo planear un crimen mientras tanto
hasta que llegue el domingo a las siete
y la última bocanada gris libere mis mariposas negras

domingo, 29 de agosto de 2010

obsequio

Te doy esto que tiene mi sangre furiosa
y la explicación de un maestro de escuela rural.
Semiobjeto. Haciéndose.

Te doy el color del final que más te guste,
con un montón más de imágenes sudadas
y el perfil aguileño de mi perfil íntimo.

Mira como afuera las cosas simplemente, suceden,
y acepta mi presente, aunque ya esté tieso.
Tomame de la mano si tenés miedo.
Te estoy dando la parte huérfana de mi lado claro.

pequeñeces

Una vuelta a la plaza.
El rico perfume de los pimpollitos rococó.
Miles y miles de granitos de arena.
Esperar un ratito.
Un chorrito de leche para cortar el café.
Dormir un poquito más a la mañana.
El vestido con puntillas para la muñeca de patas largas.
La canción del corazón con agujeritos.
Las pequeñas pinceladas del pintor
Pulgarcito y boquita de miñón.
Un clic!
Una escapadita de fin de semana.
Un petit hotel en el centro de la ciudad.
Soplar las velitas cuando cumplimos años.
Un peluche.
Una mariquita caminando sobre un pétalo de margarita.
Un bikini a lunares diminutos...
Bocaditos de chocolate rellenos de dulce de leche.
Una estrella fugaz al son del canto de un grillo.
Ese lunar junto a su boca...
Un brote de algo, de cualquier cosa.
Las pausadas vueltas de la bailarina de una cajita musical.
La adrenalina conducir un autito chocador.
Una cucharadita de jugo de limón,
una pizca de sal,
y cocinar a fuego mínimo.